OPINIÓN | Ciudadano, los periodistas no somos sus enemigos

JAVIER JENNINGS MOZO (@javierjenningsm)
“Caballero, ¿le podemos hacer un par de preguntas?”, interpelo en la calle a un hombre de mediana edad, a lo que me responde, entre risas, “bueno, si son rápidas…”. “Sí, muy rápidas. Espere que le ponemos un micrófono y le grabamos”. Y su cara cambia de repente: “Ah, que sois periodistas… Entonces no, que luego lo manipuláis”, dice con un tono sarcástico mientras se aleja dedicándonos una mirada poco amigable a mi compañero Arturo Martín Varas, estudiante de periodismo, y a mí.
“Se nos percibe con mucha desconfianza” comenta mi otro compañero José Bautista, periodista de investigación, en una conversación que mantenemos sobre la desestimación de la figura del profesional de la información donde ponemos el foco en las causas de la enferma situación actual. Según el último informe anual de Reporteros Sin Fronteras, del año 2018, el periodista se ha transformado en “enemigo público”, no sólo en los países que sufren conflictos sino en unas democracias occidentales cada vez más hostiles a la libertad de información. La profesión se encuentra de capa caída por varios factores y, francamente, no me da la sensación de que los cambios que pueden salvarla se vayan a realizar a corto plazo.
Iñaki Gabilondo, veterano periodista español, remarcaba en el I Congreso de Periodismo y Comunicación Global, que acogió la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM, la importancia de la responsabilidad pública de este oficio. La prensa juega un papel central al informar de forma contextualizada sobre los temas relevantes para todos los ciudadanos y ciudadanas, al agendar en debate público las cuestiones centrales para el desarrollo y la democracia y, sobre todo, al actuar como “perro guardián” de los gobiernos y otros actores, como se afirma desde la UNESCO. Pero, ¿por qué parece que el ciudadano medio no es capaz de ver esto?
Los periodistas debemos comenzar haciendo autocrítica, y es que dentro de la profesión existe un problema enorme: la información ha pasado de ser un derecho a ser un producto, y eso ha provocado que la prioridad en el ejercicio del periodismo cambie de producir información relevante para el público a producir información que pueda generar grandes audiencias y atraiga anunciantes. Este es el germen que desemboca en el primer atentado que se da contra la libertad de prensa: ningún periodista en su sano juicio publicaría algo en contra de su principal fuente de financiación (nuestra vieja amiga la autocensura, en una de sus variantes) y, en caso de intentar hacerlo, su editor o su superior se lo impediría. Esto se debe a la dependencia económica que tienen los medios de actores o inversores externos, en su mayoría empresarios, que no tienen nada que ver con el periodismo. “Hace falta una profesionalización de la información, que garantice una credibilidad, que es la única herramienta que tenemos. La objetividad no existe, pero la honestidad sí. ¿Hay honestidad en los empresarios? Aunque los empresarios no sean periodistas, si que deben de ser éticos”, comenta mi otra compañera y periodista de gran trayectoria Lula Gómez. La búsqueda de la inmediatez al perseguir el mayor beneficio afecta directamente a la calidad y a la responsabilidad de las publicaciones. Por eso quien controla los imperios mediáticos controla la información y el control de la misma suele estar ligada casi siempre de alguna forma al poder o a las élites que explotan al pueblo. De ese modo, como continúa Bautista, “se nos mete a todos en el mismo saco, junto a políticos y personajes que se hacen llamar ‘periodistas’, debido a la facilidad con la que se puede mentir en este país y salir impune”.
Esta comercialización del oficio ha provocado lo que Gabilondo caracteriza como “pesimismo social” por parte del público hacia nosotros, lo que para mí enlaza con la segunda parte del problema: los factores externos al periodismo que atentan contra su verdadera labor.
Actualmente no existe una legislación vinculante que obligue a los gobiernos a respetar la libertad de prensa y a castigar con mano dura a aquellos actores que atentan contra ella. “Es cada país el que tiene soberanía para determinar los derechos de los periodistas, si existe protección para el informador, o si los periodistas tienen derecho a exigir documentos públicos. No hay ninguna protección verdadera a nivel internacional, lo único que hay son algunas decisiones simbólicas, algunos organismos con mucha fuerza para hacer ruido pero no para imponer (como RSF o el Día Mundial de la Libertad de Prensadeclarado por la UNESCO). A nivel internacional estamos totalmente desprotegidos”, apunta Bautista con tristeza desde una realidad en la cual en el año pasado al menos 80 periodistas han sido asesinados y 348 han sido encarcelados.
Esto último son problemáticas muy difíciles de cambiar en parte porque, debido a ese pesimismo social mencionado anteriormente, la sociedad no tiene un rol participativo en la defensa de los derechos y valores periodísticos. “La sociedad del siglo XXI en general, de cualquier parte del planeta, debe saber que tiene que defender la información como derecho, debe ser consciente de que hay un derecho fundamental (el derecho a la información) del cual los periodistas y los medios somos su intermediario”, comenta Gonzalo Domínguez Losada, periodista de la Agencia EFE detenido hace dos semanas en Venezuela durante el ejercicio de su profesión, en declaraciones exclusivas para este artículo.
“Es esencial tener leyes que protejan la libertad de expresión y el derecho a la información y al mismo tiempo hace falta que desde todo el ámbito público, no solamente el estado, se conciencie de por qué es importante el periodismo”, comenta Bautista. Hay una enorme falta de culturización sobre lo que es el periodismo y para qué sirve de verdad. Es necesario concienciar al público que la defensa de los derechos del periodista es fundamental para el desarrollo pleno de la democracia y de que para que exista una información libre y de calidad hay que invertir en ella, tanto económicamente como legalmente. “Los medios independientes son el gran antídoto contra la mercantilización del derecho a la información”, continúa Domínguez Losada. El periodismo es caro (lo que no significa que no pueda ser rentable, como afirma Antonio Rubio, presidente de la API) y para que un medio independiente tenga la fuerza económica requerida para realizarlo hacen falta donaciones (no dueños de los medios que tengan mucho dinero) por parte del público.
Pero a día de hoy, una de las dificultades a la que nos enfrentamos los periodistas es, precisamente, la división del público, que en la actualidad se puede separar en tres grupos: por un lado, los consumidores de la información tradicional(influenciados por el sesgo del medio al que sean afines) por otro, los escépticos, que no se fían de los medios y periodistas en absoluto y, finalmente un pequeño sector que apoya el periodismo independiente. Pero es complicado hacer ver al ciudadano que debe invertir dinero para que la información sea libre cuando al mismo tiempo queremos concienciarle de que es un derecho fundamental. Por eso hay que lograr que el pequeño sector de la población que está suscrita a medios independientes e invierte en la labor de los mismos se convierta en un sector generalizado, dentro de una sociedad concienciada en este aspecto, y esto es una labor que se debe hacer desde el propio periodismo pero también desde la educación.
Por otro lado, aunque siguiendo la misma corriente, hace falta crear una pedagogía que no sólo conciencie a luchar por los derechos del periodismo y a invertir económicamente en él, sino a ser crítico con la información que se recibe. “Vivimos en una sociedad muy analfabeta en términos periodísticos: la gente cuando abre un titular no comprueba si la noticia está firmada, si la fecha se corresponde con la información que está leyendo, tampoco se presta mucha atención a las fuentes que se citan y a cómo se las cita, por eso es muy fácil engañar a la gente y que la gente nos critique en general y desconfíe de nosotros”, comenta Bautista.
Si bien es cierto que con la llegada de las nuevas tecnologías se han abierto nuevas puertas para realizar periodismo independiente y de manera muy libre, como afirma Lula Gómez, ese espacio es aún muy pequeño y para tener el material y la influencia necesarios para abordar cualquier tema de forma libre sigue haciendo falta una inversión económica, además del abierto debate de si Internet es libre de verdad o no (existen gobiernos que pretenden controlar el acceso a Internet y censurar ciertos contenidos que hay en él, así como también es cierto que mediante la inversión adecuada se puede controlar el posicionamiento de una información en la red).
La clave de todo esto es lograr una sociedad concienciada tanto a nivel de derechos como a nivel de implicación, que inviertan por la información de calidad, no por la información que ellos quieran recibir, ya que es necesario remarcar, también, que el periodismo no es el contrapoder. El contrapoder es la gente y el periodismo es la herramienta de la que deberían poder disponer todos y cada uno de los ciudadanos del mundo para ejercer ese contrapoder: “es necesario que la sociedad conciba de una vez que los periodistas no somos enemigos pero que tampoco somos la representación de su posición política sino que somos el intermediario entre la sociedad y uno de sus derechos fundamentales”, apostilla Domínguez Loeda.
Desde mi honesta opinión no creo ni que el sector más mayor y tradicional de la población vaya a cambiar sus hábitos de consumo de la información ni que los imperios mediáticos vayan a perder el poder que tienen para controlarla. Tampoco opino que se vayan a aprobar regulaciones oficiales de manera internacional que garanticen la seguridad y la actividad plena del periodista en la realización de su labor, al menos a corto plazo.
Así que hago un llamamiento a los jóvenes periodistas para que de forma individual hagan un acercamiento al público y nos dejemos ya de desprender esa sensación de figura casi arrogante y alejada del resto de los ciudadanos que damos en muchas ocasiones. También doy un toque de atención a los jóvenes concienciados para que, individualmente, jueguen un rol más crítico en las informaciones que consumen y para que inviertan en una herramienta que debería ser esencial en su rol combativo diario como ciudadanos para lograr el cambio social que cada país necesita.
El periodismo no está muerto para nada, solo hay que tener responsabilidad si queremos mantener su persistencia.